amnesia después de nacer tú

Jaume y yo estamos cada uno en un extremo del sofá. Estamos jugando a que nuestros pies chocan y hacen palmas, y él se troncha de la risa.
Es más hemos tenido que ir corriendo al baño porque casi se mea en el sofá... y luego hemos vuelto a lo mismo.
Ahí tumbados mientras escuchaba su risa y lo miraba, pensaba en lo pronto que ha pasado todo.
En dos meses Jaume cumplirá los tres añitos. Estamos en la etapa de la negociación y las preguntas.

Aunque reconozco que esta etapa es muy tierna porque es un niño muy dulce y carameloso, y busca siempre la mirada cómplice de los papas para echarse una carrera por el pasillo esperando a que lo persigas, o enseñándote el culo para que vayas a darle un mordisco en el cachete.

Pensaba que nunca antes me había sentido tan llena y tan completa como ahora que soy madre. Todo mi mundo ha girado bruscamente hasta encontrar el lado perfecto de las cosas tal y como son.

Como si una peonza gigante rodara y rodara sobre un mapa hasta marcar el punto exacto donde tienes que estar; aquí y ahora.


Con un vestido desteñido y descalza, con el pelo alborotado, con el gato enroscado encima de mis zapatillas y escuchando las carcajadas dulces y sonoras de Jaume.
No podría estar en un lugar mejor.

Sabeis cuando es ese momento es que te das cuenta de que tu vida es perfecta tal y como es y sientes que te cuesta respirar de lo feliz que eres?

Le vuelvo a mirar y con su " panxeta", sus mofletes colorados y rellenos, sus ojos grandes y alegres, sus remolinos en el pelo rubio ceniza.... es perfecto. Nunca hubiera podido imaginar a mi hijo de esta manera. Nunca hubiera podido imaginar que esta cosita que come por veinte, me hiciera tan feliz.

Hasta el día que tiró el cesto de las pinzas por la ventana, el día que escondió en mando de la tele debajo del sofá, el día que metió al gato en el váter, el día que pinto la tele con permanente rojo... pienso que voy a perder los nervios y que no voy a saber explicarle que eso no se hace...pero saco una paciencia que no conocía en mí ... y descubro que puedo.  Que puedo hacer mucho más de lo que yo creía que era capaz.


Hubo un día a principios del verano, que escuché a Jaume de lejos. Pensé que se había cerrado la puerta de la habitación, pero no estaba. NI en esa ni en ninguna habitación de la casa.
Salí corriendo al salón a ver por la ventana y estaba abajo levantando la manita contento , holaaaaa mamaaaaaaa hooooolaaaa mamaaaaa!!! mia miaaaa a coche mamaaaaa ete a coche mamaaaa

MI coche estaba aparcado justo en el portal de casa y Jaume intentaba abrirlo... en mi vida había bajado los cuatro pisos tan rápido!!!!!! el corazón me latía en la garganta y contenía el aire el pecho...

Abrí el portal y allí estaba todavía de puntillas intentando abrir el coche.... caí de rodillas al suelo y lo apreté contra mí soltando la respiración y echando a llorar en la calle...

Me dí cuenta de que él me hacía sentir viva, que ese amor tan grande me dolía en el pecho, sentía presión, angustia, agonía... sólo de imaginar que se hubiera puesto a andar buscando el parque él solito...

Automáticamente puso un cerrojo más alto, no sé cómo no había caído en la cuenta de que ya podía llegar de puntillas o coger un taburete para abrir la puerta y el pestillo.

Desde ese momento cuidamos todavía más los peligros de casa. Pusimos mosquiteras en las ventanas, y hicimos recolecta de juguetes.  Evidentemente no puedes quitarlo todo de su alcance pero sí las cosas que hagan que podamos irnos a dormir tranquilos.

Y es que ahora tengo un niño en casa, un niños que ha entrado ya al cole de mayores... ya casi no recuerdo su etapa de bebé... ni mucho menos mi vida antes de que naciera él.




Comentarios

  1. Conozco esa sensación :)
    Saborear los sueños cumplidos es un privilegio.
    Besos!

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  2. Enhorabuena por todos esos momentos tan felices.
    Menudo susto te dio en niño, si es que tenemos que tener cuatro ojos!!

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